Cada día estoy más convencido, las mujeres son hermosas. Perdonen los caballeros, si alguno me está escuchando, no quiero ser cursi, al menos no es mi intención. No hablo de belleza física, hablo de género. Hablo de ella, de ese misterioso motivo que me hizo encontrarla más hermosa que a las demás, aunque no me miento, sé que no lo era. Pero tenía algo, ese algo especial, eso que no se explica con palabras, algo en la mirada, en las maneras, en el vuelo de su pelo. ¿De dónde saqué coraje, yo que soy tan corto? Le dije a los muchachos ya vengo. Inflé el pecho, en ese momento me creí Rambo, inusual en mí. Caminé decidido, directo hacia ella, le dije buenas noches. Descubrirle la sonnrisa, qué buen primer síntoma. Yo estaba recién bañado, tenía el pelo mojado y olor a desodorante, no estaba para langa pero creo que algo garpaba. Me dijo que sí, que acepaba, me hubiera gustado verme la cara. No me acuerdo bien, le dije algo del frío, de un café caliente, esas cosas que salen espontáneas cuando uno toma repentino coraje, cuando me dí cuenta ya la tenía enfrente, sentada, momento de pura magia. Descubrí lo linda que puede ser una insípida mesa en el buffet del club, ella lo había cambiado todo. También estaban algunas de sus amigas.
Los minutos pasaron volando hablando de la vida. La de ella, de la mía. Pero yo quería algo juntos.
—Este es el momento donde te pido tu número.
Se rió. Yo seguí:
—Vos mandame un mensajito, me decís que te equivocaste, que yo no era el destinatario. Quién sabe. Por ahí se me ocurre invitarte a salir. Las casualidades hacen muy bien las cosas.
Se rió, otra vez, la muy pícara.
A la semana me llegó un mensaje de texto. Era ella. :)
Ya llevamos cuatro años.
Pucha, haber descubierto la felicidad esa noche fría.
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